A veces actuamos conforme a ciertas “ideas” o “mandatos” que consideramos tan obvios que ni nos gastamos en analizarlos. Puede ser una frase o una sola palabra pero lo más importante es la “fuerza silenciosa” con que se imponen en nuestra conciencia.
En mi caso, el sólo hecho de haber pasado mi infancia y adolescencia en una escuela cuyo nombre era “Escuela Normal” ya de por sí fue razón suficiente para no dudar que uno de los objetivos “obvios” que tenía que seguir era “ser normal”.
Pero… ¿Qué es ser normal? ¿Existe la normalidad? ¿Uno es normal con respecto a qué?
“Normal” es un término por el que se denomina a cualquier ser vivo que carece de diferencias significativas con el grupo al que pertenece. Estadísticamente hace referencia a un determinado promedio, por lo que, cuanto más alejado del mismo, más anormal será el individuo.
Normal viene de “norma”, de “ley”, y presupone una regla en virtud de la cuál el individuo deberá someterse para ser considerado incluído en un grupo.
En la naturaleza, hay ciertas leyes que son tan fuertes en cuánto a su repetición que los científicos consideran “normal” determinadas conductas, pero… ¿Qué pasa con las conductas de los hombres? ¿Podemos extrapolar los parámetros que se usan al analizar las conductas de los animales con las nuestras?
Históricamente es lo que se ha hecho. Cada vez que un grupo de hombres intentó justificar ciertos comportamientos cómo “normales” se decía que además eran “naturales”, para reforzar aún más la importancia de lo “que se debía hacer” y justificar la prohibición de lo “anormal” como “antinatural”.
Se discutirá que quizás en algún caso extremo, como el de los instintos maternos, pueda existir una conducta cercana a lo “natural” o “normal”, aunque habría que ver si Freud estaría tan de acuerdo.
Para los españoles los indios no eran normales, para los heterosexuales los homosexuales no eran normales, para los blancos los negros no eran normales y así sucesivamente.
“Normal” es una palabra “peligrosa”: Lo “anormal” se asocia al “miedo” a lo diferente: no sabemos qué hacer con eso, cómo manejarnos… es algo que no podemos “controlar” y nos provoca incertidumbre.
“Normal” también es una palabra “poderosa”. Cualquier grupo humano dominante la usará para legitimarse y perseguir lo diferente.
Hoy, “normal” sigue siendo una “puerta” de ingreso a la discriminación. El “anormal” para algunos podrá ser un niño con síndrome de down o quizás cualquier persona que actúe diferenciándose de los demás.
Vuelvo al inicio… “tenés que ser normal” es un mandato escolar, social, y quizás familiar que se efectúa desde el miedo a lo diferente. Es un mandato “triste”, “mezquino”, con pocas “aspiraciones” que te lleva a ver la vida en “blanco y negro”.
Tener que ser «normal» es “resignarse” anticipadamente a lo conocido, es «empatar antes de empezar», es pensar un fútbol sin Messi. Todos sabemos que la magia no es normal.
Gustavo Marino Aguirre